La capital austríaca te fascinará con sus palacios y el refinamiento imperial heredado de su pasado como gran capital de la Europa central. Pero también te seducirá con el aire señorial de sus museos, parques y cafés, así como sus muy cuidados jardines. Aquí te contamos todo lo que debes conocer en una primera visita.

Un buen inicio para comenzar a descubrir Viena es la visita al imponente Palacio de Hofburg, donde a lo largo de casi 650 años vivió la familia real de los Habsburgo. Las diversas estancias plagadas de obras de arte son testigo de épocas de gloria, y si bien pasear por su exterior ya traslada a una época de grandeza y lujos, es obligatoria su visita al interior para recorrer los apartamentos imperiales, y sobre todo el Museo de Sissi, el Tesoro Imperial y la Colección de Plata, donde podrás admirar la legendaria corona del Sacro Imperio Romano Germánico. Es prácticamente imposible pasearse por la totalidad de sus 18 alas, 19 patios y 2.600 habitaciones, pero es imperdible la visita a la Biblioteca Nacional, y su barroca Sala de Gala, de las más bellas del mundo con su cúpula decorada con frescos.

Si deseas seguir admirando el refinamiento imperial, la próxima parada debería ser el Palacio de Schonbrunn, que funcionaba como residencia de verano. De aire versallesco, esta edificación del s. XVII tiene nada menos que 1.441 salas, si bien solo 45 están abiertas a la visita. Pero ya con esta muestra tienes para admirar la suntuosidad de las estancias decoradas con un estilo rococó, o la sencillez de las habitaciones que pertenecieron a Francisco José y la emperatriz Isabel. Su inmenso parque también amerita un paseo, si bien hay que tener en cuenta que se extiende por casi 120 hectáreas. Aquí también puedes visitar el interesante Museo de Carruajes Imperiales, así como el Tiergarten Schonbrunn, el zoo más antiguo de Europa, que fue una excentricidad de los Habsburgo en su momento.

Si te has quedado con ganas de más refinamiento imperial en Viena, visita el conjunto del Palacio Belvedere, también construido como residencia de verano, en este caso por el Príncipe Eugenio de Saboya. Aquí no encontrás una fastuosa decoración, pero ahora funcionan como museo, albergando obras maestras del medievo, el barroco, el neoclasicismo y el romanticismo, así como la mayor colección de Gustav Klimt del mundo, incluyendo su famosísima El Beso. Dedícale tiempo a recorrer sus jardines de acceso público, que son una verdadera delicia.

Si de museos se trata, Viena ostenta tener el MuseumsQuartier, o barrio de los museos. Su estética barroca alberga tanto al Mumok (el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo), como al Museo Leopold, el Centro de Arquitectura y el museo para niños Zoom. Situado en lo que fueron las caballerizas imperiales, reúne en sus 60.000 m2 de instalaciones los géneros artísticos más diversos, restaurantes, cafés y tiendas. Aquí, podrás asistir desde a un festival literario o un concierto barroco, hasta eventos de diseño, moda o videojuegos.

Para sentirte un auténtico vienés en medio del ambiente de refinamiento imperial, nada mejor que pasearte por sus cafés. Por algo la UNESCO los ha designado como Patrimonio Cultural, y muchos de ellos aún conservan ese aire entre bohemio y aristocrático, en el que se juntaban intelectuales, escritores, artistas y políticos. Sentarte a tomar un melange (un café con crema, cubierto con espuma de leche) en el Café Central evocará las tertulias que allí mantenía Freud con sus discípulos. Hacerlo en el Frauenhuber te trasportará a las épocas en que allí Mozart presentaba sus creaciones. Pero si lo que deseas es algo más contundente, no debes dejar de probar la sachertorten (tarta sacher), una de las máximas delicias de la repostería en chocolate, quizás la mejor representante de estas épocas de lujo vienés.

La Ringstrasse es otra de las referencias en la visita a Viena: una avenida circular de más de 5 kilómetros que da muestra del esplendor imperial del pasado a cada paso. Allí podrás visitar a su Rathaus (Ayuntamiento), una de las grandes muestras de arquitectura civil, con estilo neogótico. Detrás, en su exquisito parque lleno de vida, se suelen hacer festivales de cine, música, y es sede de un impresionante mercadillo navideño. Por esta misma avenida, llegas a la Ópera de Viena, otro de los lugares imprescindibles a visitar, ya que es imposible dejar de asociar esta ciudad a orillas del Danubio con las más altas composiciones de la música clásica. Y si te inspira la música, muy cerca se encuentra la casa-museo de Mozart.

La Stephansdom (la Catedral de San Esteban) un buen motivo para visitar esta ciudad si te agrada la arquitectura sacra. Su imponente torre de 137 metros, con forma de aguja, es uno de los íconos de Viena. También la majestuosa Karlskirche (la iglesia de San Carlos Borromeo), enmarcada en sendas columnas de más de 30 metros que evocan las de Trajano, con sus frescos deslumbrantes. La rococó Iglesia de San Agustín también merece verse, con su capilla con 54 urnas con los corazones imperiales desde el s. XVII. Pero si lo que te atrae son las criptas, visita a la pequeña Iglesia de los Capuchinos, donde descansan los restos de más de 100 miembros de la familia real, entre ellos 12 emperadores y otras tantas emperatrices.

¿Quieres realizar alguna excursión fuera de Viena?

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